Al día siguiente, ya sí...Los turistas no rodeaban. Me sentía en España, o Italia. Escuchaba más español, italiano o catalán que nunca desde hacía casi un año. Por fín entendía un idioma en Praga...
No sólo fue comprar postales, pagar demasiado por recorrer monumentos, coger metros y tranvías... También fue comentar con unos barceloneses en la catedral el partido de la selección española de esa noche, recorrer calles para encontrar lugares baratos para comer, cruzar el río varias veces, parques con torres a lo Eiffel de París y cementerios de personajes ilustres, fortalezas y vidrieras de colores, modernismo o Art Nouveau, casas medievales y edificios que bailan (ahí estaba Gehry, el del Museo Guggenheim en Bilbao)...
La temperatura fue buena todo el tiempo. Sin embargo, una tarde el cielo empezó a oscurecer de repente. Un atardecer completamente distinto al del primer día. También estábamos al lado del Moldava y aún teníamos cosas que ver. Empezó a llover con una gran fuerza. No estábamos cerca de nuestra habitación, así que decidimos seguir. Pensamos que seguramente pararía. Ya cruzado el puente de Carlos seguimos andando, pero la lluvia iba a más. Acabamos tan empapadas que decidimos refugiarnos bajo la marquesina de un hotel de cinco estrellas (no fuimos porque fuera de lujo, sino porque era el más cercano en ese momento). Medio en broma le decía a Or, que no pasaría nada si entrábamos... Nos quedamos fuera, y no sólo era lluvia, también viento. Así que la lluvia nos atacaba todavía delante de las puertas. La gente entraba en el hotel y nos miraba con algo de pena. Pobrecitas...
Tras unos minutos, un hombre se bajó de su coche. Parecía ser alguien importante del hotel. Cuando iba a entrar en el hotel, nos vió y se volvió al maletero de su coche. Sacó un paraguas, pero antes de darnoslo se ofreció a llevarnos a donde quiera que viviesemos. El hombre fue muy amable y tras sonreír entró en el hotel. Decidimos coger el metro, pero ya teníamos un enorme paraguas gris con el logo del hotel para protegernos de la lluvia. Un regalo que nos trajimos de Praga.
Por la noche pudimos volver a salir. La lluvia sólo duró unas tres horas. Praga volvía a sonreirnos.
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