Lo primero que hicimos después de comer era buscar un sitio para cambiar dinero. Nos sentimos más pobres que nunca. Todos los escaparates mostraban precios mayores a lo que teníamos.
Con dinero y comida para la cena (de un supermercado), volvimos a caminar más tranquilas a la ciudad. Era el día de explorar. Nuestros planos no eran muy buenos, pues eran los que nos dieron de publicidad de los hoteles.
Andamos hacia el río, el Moldava. Yo, que creo que lo mejor para conocer una ciudad es perderse, decidí tomar la dirección más "extraña". La verdad es que no encontramos demasiados turistas por allí. Y eso que la ciudad es muy turística...
Llegamos a una iglesia aparentemente antigua, pero con una cubierta moderna, como una servilleta de tela doblada de manera artistica (que descripción para estar estudiando arquitectura). Más tarde vi que salía entre los monumentos de la ciudad. Pero no había nadie, a excepción de una señora con dos perros. La vista era muy interesante y más al no tener masas de turistas...
Después de alguna que otra calle poco turística llegamos al Moldava. Se mostraba con los bellos colores del atardecer.
Nos acercamos a la orilla. Muchos cisnes y un barco de Hamburgo (¿qué hacía aquí?). Llevaba unas galletas que había comprado en el supermercado. Aunque algunos ecologistas estuvieran en contra, se me ocurrió la idea de dar galletas a los cisnes. Con eso me "gané" a los cisnes del moldava, que se acercaron todos a mí. No sólo conseguí hacer un par de bonitas fotos, sino también que todos los que caminaban por allí se me quedaran mirando. Haciendo amigos en todas partes...
Con el atardecer y la compañía del río fuimos a otra parte de la ciudad, alejándonos del centro. El día siguiente ya sería para conocer a Praga y a sus turistas...
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