martes, 19 de junio de 2007

Osteuropa (III): empezando a conocer Praga

A la mañana siguiente, muy temprano, desde la Westbahnhof de Viena cogimos un tren a una ciudad checa. Antes tuvimos revisión de pasaportes/DNIs, lo que hasta entonces entre Bélgica-Holanda-Alemania no había pasado. Todo por el tratado de Schengen, aún no válido en los nuevos países de la UE.

Desde esta ciudad cogimos un segundo tren vía Praga (cuyo destino era no-sé-qué-ciudad alemana y venía desde otro país). El trayecto se hizo bastante largo atravesando tierras checas, pasando por ciudades como Brno. Llegamos a Praga y supusimos que sería la estación principal. Es lógico creerlo, si es un tren que cruza diversos países. Pero parecía muy pequeña y estrecha. Debía ser que nos habíamos acostumbrado a las estaciones alemanas, tan amplias...

Desde el primer momento nos rodearon de ofertas para habitaciones en hoteles o albergues. Nuestro problema ahora era llegar al albergue que habíamos solicitado semanas atrás.

Empecé a preocuparme, cuando no podía entender ningún cartel. Así no me era tan fácil orientarme.

Lo primero que había que hacer, era cambiar de divisa. Nuestro ya conocido Euro, nos abandonaba. Teníamos casi tres días para usar la nueva moneda.

El siguiente paso era comprar el billete de tres días para el metro. Ahí nos encontramos con el primer problema. En la Casa de Cambio sólo dan billetes y la máquina del metro sólo acepta monedas. Tras perder varios minutos buscando a la taquillera que se hallaba medio escondida, inténtamos preguntarle en inglés. Al final nos entendió y nos dio lo que queríamos.

Después nos tocó descubrir en el plano de metro cuál era la estación de nuestro alojamiento. El metro de Praga no es muy complicado, pues sólo hay tres líneas, que se encuentran entre sí, de dos en dos, nunca las tres. Forman así un triángulo. Nuestra parada por estos días estaba muy bien, ya que se encontraba en uno de los vértices del triángulo. Eso sí, la primera vez nos perdimos un poquito...

Nuestro albergue consistía en pisos de una vivienda antigua. El nuestro tenía cocina, dos baños y dos habitaciones. Era curioso, pero a nuestra habitación, que Or y yo compartíamos con una silenciosa señora de más de 50 años(¿de viaje?), se accedía atravesando los dos baños. Es decir, que puede que para llegar a nuestra habitación interrumpiéramos la apacible ducha de alguien, o que si se quería duchar, y cerraba los pestillos, tuviéramos que esperar para entrar a nuestras habitaciones. Eso se llama estar pensado...

Pusimos todo en orden y salimos a la ciudad. Era ya bastante tarde y el cansancio nos inundaba. Había que comer a la misma hora que en algunos países de Europa empiezan a cenar... Miramos precios (no sé cómo) y nos decantamos por un sitio con un menú turista, que tenía bastante encanto y música en directo. Si es que en esta ciudad todo tiene encanto, hasta una cafetería cualquiera. Eso pensamos, hasta que nos dimos cuenta, de que el precio no debía ser tan barato, cuando casi todo el dinero que habíamos cambiado se había ido...Sólo me quedaba el equivalente de 5€...

Un día después me enteré dónde habíamos comido: en la cafetería más antigua de toda Praga. Habíamos pagado la música y su decoración, de la época modernista.

Necesitábamos cambiar dinero. Recorriendo las calles y viendo tiendas, me di cuenta de que con 5€ (en moneda checa) no podías comprar nada. Y Or quejándose porque le habían dicho que Praga era muy barata... Con ese dinero sí que pudimos comprar bastantes cosas en un supermercado normal...pero en otros sitios, nada.

No hay comentarios: