De contratos y chilenos

En Marzo fue cuando me empecé a unir al grupo de los chilenos. Ellos venían con una beca de la DAAD, un servicio de intercambio del gobierno alemán. Eran de todo Chile e iban a diversas ciudades alemanas. En Aachen eran once. Me hice especialmente amiga de la única chica que había en el grupo de Aachen, Or. Me contaban que todos los chilenos con beca a Alemania habían pasado por su particular "Gran Hermano". Para que todos se conocieran pasaban unos días todos juntos en un edificio. Así Or conoció a otra chilena con beca en Berlín, y así pudo pasar su final de año 2005 en la capital alemana. Aunque luego, por lo visto, no se volvieron a hablar nunca más.

Entre los chilenos de ese curso se encontraba unos de unos treinta años. Yo nunca podía pensar cada vez que le veía que era alemán. Sus padres eran alemanes, pero él nació en Chile. Aún así, su acento era diferente al del resto de los chilenos.

Con Or y los demás aprendí vocabulario chileno, así como de su propio país. Pero la influencia de mi vocabulario en Or, se notó cuando dijo "coger el autobús". Y eso no suena demasiado bien en Chile...

También en esas fechas me apunté a un gimnasio, en parte por la insistencia de Dor, la venezolana. Or también iba al mismo gimnasio. Era un contrato de más de un año (y me quedaban unos meses de estancia), pero Dor me dijo que con el desempadronamiento, no habría problema.

Esto me recordaba al contrato que la mayoría de erasmus había firmado: el de la compañía telefónica. Muchos tenían un contrato por dos años con móvil a muy bajo precio (el contrato tendrían que anularlo antes de lo frimado, claro). Así, casi todos tenían la misma compañía. Pero yo no. Yo ya tenía móvil desde julio, desde Düsseldorf y con tarjeta prepago. Ese número aún lo conservo. La gente con contrato ya no tiene móvil alemán.

Digan lo que digan, los contratos no siempre resultan más favorables.