Finales de Enero. Frío extremo en el continente europeo. Desde luego que no son las fechas más recomendables para viajar hacia el norte. Mientras los alemanes volaban en sentido islas españolas, nosotras, Ech y yo, lo hacíamos en el contrario, a Alemania. Claro, que para mí eso no era ningún problema.
Nuestra llegada al aeropuerto berlinés de Schönefeld se retrasó más horas de lo previsto. Nos recorrimos varias veces las terminales 1-2-3 de Barajas. Los pocos que allí estábamos, éramos los del vuelo a Berlín. Siempre las mismas caras cansadas...
A Berlín llegámos más allá de las 2 de la madrugada. No había taxis. Así que todos los que íbamos en el vuelo nos concentramos en el punto de información. Nosotras teníamos que ir a un hostal en las cercanías de la Ostbahnhof. El hostal-albergue "Sunflower", con un carácter muy propio, a juzgar por las fotos de internet: paredes coloridas, dibujos en todas las esquinas, o como decía Ech, era un hostal "flower-power".
Para llegar allí "sólo" teníamos que hacer dos transbordos en autobús. El primer autobús saldría en una media hora. Así que nos tocaba volver a esperar.
En un momento de silencio, se nos acercó un hombre de edad y procedencia incierta. Empezó hablando con Ech... en español. Por lo visto era un canario que había vivido en Argentina y otros países, aunque actualmente residía en Leipzig. Y nos quería invitar allí. Ech seguía hablando con él, e incluso el hombre nos hizo una foto. Yo estaba ya pendiente del autobús, que no tardaría en llegar. Pero Ech hasta le dio el email...
Para llegar allí "sólo" teníamos que hacer dos transbordos en autobús. El primer autobús saldría en una media hora. Así que nos tocaba volver a esperar.
En un momento de silencio, se nos acercó un hombre de edad y procedencia incierta. Empezó hablando con Ech... en español. Por lo visto era un canario que había vivido en Argentina y otros países, aunque actualmente residía en Leipzig. Y nos quería invitar allí. Ech seguía hablando con él, e incluso el hombre nos hizo una foto. Yo estaba ya pendiente del autobús, que no tardaría en llegar. Pero Ech hasta le dio el email...
Llegamos las últimas al autobús, que en realidad era un minibús de no más de 9 plazas. La mayoría eran españoles y no sabían mucho alemán. Así que yo tuve que hacer de intérprete. Y tanto explicarle al conductor dónde íbamos, que Ech y yo no pagamos el trayecto.
Éramos unos cuantos, los que esperábamos al segundo autobús. Entre ellos algún estudiante de arquitectura de Madrid.
Al segundo conductor (ya de un autobús grande) le enseñamos el papel con nuestro trayecto. Y él nos mandó que nos sentaramos, por lo cual tampoco pagamos esta vez. Éramos, como dicen los alemanes, "Schwarzfahrerinnen" (viajeras negras o sin billete).
Al segundo conductor (ya de un autobús grande) le enseñamos el papel con nuestro trayecto. Y él nos mandó que nos sentaramos, por lo cual tampoco pagamos esta vez. Éramos, como dicen los alemanes, "Schwarzfahrerinnen" (viajeras negras o sin billete).
Cuando llegamos a la parada eran casi las 4 de la madrugada y el próximo autobús tardaría casi media hora en llegar. Tanto que me planteé ir andando al hostal. Miré el plano y pensé que no sería mala idea. Ech tampoco se opuso.
Nuestra imagen sería graciosa. De madrugada, dos chicas con maletas de rueda algo ruidosas, en un barrio no residencial. Pero no estábamos solas: ciclistas y gente haciendo deporte. Y no faltaban los taxistas que pasaban y nos miraban.
Pero llegamos sin problemas. Por la mañana sería otro día.
Nuestra imagen sería graciosa. De madrugada, dos chicas con maletas de rueda algo ruidosas, en un barrio no residencial. Pero no estábamos solas: ciclistas y gente haciendo deporte. Y no faltaban los taxistas que pasaban y nos miraban.
Pero llegamos sin problemas. Por la mañana sería otro día.
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