La nieve cubría la mayoría de los rincones de la ciudad, dejando una bonita estampa general. Al Berlín más monumental (en el antiguo Berlín Este) le sentaba bien los matices blancos.
Ech y yo conseguimos conseguirnos meternos en un edificio, en el que el día anterior no nos dejaron. O era un día especial, o fue por la visita de unos pensionistas alemanes. Éste y otros edificios que aparecían a lo largo del camino eran indispensables en nuestra "ruta arquitectónica". Al llegar a la Alexanderplatz empezamos a pensar en comer. Sólo había que encontrar el lugar adecuado.
Tras rodear la embajada holandesa (de Rem Koolhaas) vimos un sitio con gente comiendo. Ésta era nuestra oportunidad. Los precios eran muy razonables, aunque la comida no era muy variada. Aunque allí Ech pudo probar la bebida de leche con pistacho de una famosa marca alemana. La gente que allí comía, eran de mayor edad que nosotras y con cara de estrés. Eran trabajadores y nosotras estábamos en el comedor de su empresa: la de Aguas de Berlín.
Había que volver a recorrer rincones antes de que anocheciera. Desde el barrio judío y sus patios hasta al Checkpointcharlie, pasando por las Galería Lafayette, donde vimos un coche "último modelo" tapizado con una tela de motivo barroco y sillas pasadas de moda.
Aunque en nuestra dieta no aprecen a menudo las salchichas, el hambre nos volvió a atacar a las 6 de la tarde. Y en Berlín no podíamos de dejar las Currywürste. Si lo normal para nosotras era una ración, tomamos dos. Parece ser que la nieve da hambre...
No hay comentarios:
Publicar un comentario